Vivir en pareja no es una situación tan fácil como a priori se piensa. Durante el proceso de adaptación a esta situación, van apareciendo conflictos de mayor o menor intensidad que requieren atención antes de que estos desemboquen en una crisis grave.

La terapia de pareja se ocupa de fortalecer los problemas de comunicación, los distanciamientos afectivos, problemas emotivo-sexuales, los celos y la desconfianza, los problemas que surgen con las familias de origen, las crisis producidas por los cambios producidos por los hijos, el empleo y cualquier otra circunstancia que amenace el equilibrio de la pareja.

Las parejas sanas atraviesan por estos conflictos con el ánimo de solventarlos, dado que es imposible que estos surjan, además resulta que de ellos ambos pueden salir fortalecidos en cuanto a autoconocimiento como conocimiento de la otra persona, afianzando el vínculo y la relación, teniendo siempre presente que todos los seres humanos necesitamos sentirnos queridos, escuchados, atendidos…

La terapia de pareja se desarrolla en un clima de confiabilidad, respeto y espíritu constructivo, siendo el terapeuta el mediador de la relación para que ambas partes desarrollen sus potencialidades tanto si desean reconstruir la relación como si deciden poner fin a la misma. En este sentido, el terapeuta no ejerce de pegamento forzado ni separador, sino que procura que ambos dos, uno más uno encuentren la mejor solución para decidir su futuro siempre desde la máxima confianza y seguridad.

La terapia de pareja es un recurso sobre el que recae mucho tabú y recelo, sin embargo, las parejas que se deciden a dar el salto para mejorar su relación o clarificar la misma, no solo no se arrepienten de los pasos dados, sino que desarrollan un mayor nivel de bienestar psicológico que se traduce en estar cómodos con la otra persona sin menoscabo de si mismo, redundando en el resto de la familia y mejorando el bienestar familiar.